David Cronenberg es lo más parecido a un tanatopractor que se puede encontrar en el cine contemporáneo. El director de Videodrome (1983) no solo es escalofriante, dada su fascinación por transmutar lo familiar en grotesco. Prepara los cadáveres aún en vida, los vivisecciona y aprovecha para exponer las anomalías más extravagantes y recónditas escondidas en las profundidades de nuestra psique.

No por menos el director de The Fly (1986) ostenta el título de maestro de la new flesh (o nueva carne) y del body horror (horror corporal). Para quienes tienen la dicha de aún no haber sido arrastrados a estos abismos, se entiende como new flesh a las aproximaciones en las que el cuerpo humano se convierte en un objeto de metamorfosis grotesca y distorsión tecnológica. Por su parte, en el body horror el enfoque se centra en la representación visceral y explícita de la deformidad, el sufrimiento físico, la exhibición cruda de la carne mutilada, la dislocación de las formas corporales y las alteraciones monstruosas.

Pero con la llegada de su nueva película, The Shrouds (2024), estrenada en la competencia oficial del pasado Festival de Cannes, el canadiense parece, en primera instancia, alejarse del malestar visceral y hace su película más “hitchcockiana” hasta ahora.

The Shrouds tiene como personaje principal a Karsh (Vincent Cassel), un empresario excéntrico que, luego de perder a su esposa Becca a manos de un inminente cáncer, decide crear, patentar, y poner en práctica la tecnología llamada GraveTech. Esta, en resumidas cuentas, consiste en un sistema de cámaras en el interior de las tumbas que permite a los seres queridos acompañar el proceso de descomposición del inerte cuerpo en cuestión. Puede ser a través de una pantalla en la lápida, o desde la (in)comodidad de una app en su smartphone.

Un día, el cementerio del cual Karsh es propietario (y en el cual se encuentra la tumba de su esposa), es vandalizado. Además, Karsh (que para este punto conoce los huesos de su esposa de memoria), parece notar ciertas anomalías o protuberancias en los huesos de su esposa a través de la pantalla que los conecta. Lo cual desatará en él una paranoia que compartirá a lo largo de la película con Terry, la hermana gemela de Becca (Diane Kruger, quien también interpreta a Becca y a una asistente de I.A que Karsh usa para absolutamente todo) y con Maury (un excelentísimo Guy Pearce), ex esposo de Terry y erudito en cuestiones informáticas.

Si lo pensamos teniendo en cuenta cuáles han sido los acercamientos al horror de Cronenberg, como en Crimes of the Future (2022), la cual de hecho también fue estrenada en el Festival de Cannes, la premisa de The Shrouds puede parecerse a un cuento infantil.

No es que el director de Crash (1996) y A History of Violence (2005) haya siempre elegido refugiarse en su mórbida cripta de nueva carne y horror corporal. Pero en este caso, son pocos los momentos donde el cuerpo tangible es atacado por el lente de Cronenberg. Una escena a modo de flashback nos muestra a una Becca mutilada a causa del tratamiento al que se expone para el cáncer, que le pide a Karsh que la abrace a pesar de que eso causará que, literalmente, le rompa los huesos. Pero incluso este pasaje, que es de los más difíciles de mirar, parece querer decir más de lo que le interesa mostrar.

Volviendo a esta idea de que Cronenberg se acerca más a Hitchcock que a sí mismo en The Shrouds, el director reinterpreta, a través del prisma inquietante y visceral que define su estilo, al cine del maestro del suspense y lo aplica no solo en esencia, sino que también en recursos.

The Shrouds (2024), David Cronenberg.

The Shrouds (2024), David Cronenberg.

En primer lugar, la película recurre al uso del efecto McGuffin para establecer su narrativa: GraveTech es simplemente una excusa que da a lugar al relato y al tratamiento del tema al que Cronenberg quiere llegar. De la misma manera que en Psycho (1960) Hitchcock planteaba el robo del dinero por parte de Marion como un camino hacia el conflicto real de la película, o como en Rebecca (1940) la figura y el recuerdo de la primera esposa de Maxim de Winter termina funcionando como catalizador para explorar el verdadero conflicto interno de la nueva señora de Winter y las tensiones que acarrea la mansión Manderley.

En el caso de The Shrouds, GraveTech y el cyber-thriller en el que deviene la película, mientras Karsh intenta descubrir junto a Maury quién está detrás del ataque, son una excusa para que Cronenberg haga, en parte, catarsis y exorcismo (dado que el director ha declarado que la idea de la película surgió tras la muerte de su esposa hace siete años y que cuenta con elementos autobiográficos), y en parte reflexión acerca del proceso de duelo y todo lo que sucede con quienes, al perder a alguien, terminan parcialmente muertos en vida o no pueden realmente desprenderse del fallecido. Esto es llevado al extremo al generar esta idea de la necesidad del vivo de mantenerse conectado con el muerto.

Ese es uno de los elementos clave que hace que esta película sea completamente hitchcockiana, el hecho de que Cronenberg parece ir más hacia lo reflexivo y hacia la violencia del duelo en sí, y no hacia una violencia física explícita.

David Cronenberg en el Festival de Cannes de 2024.

David Cronenberg en el Festival de Cannes de 2024.

También hay otras cuestiones que remiten a la obra del director inglés. El voyeurismo que implica la necesidad de mirar con una aparente impunidad a través del ataúd nos lleva a pensar en Rear Window (1954), donde el protagonismo de la observación intrusiva y el juego de la mirada juegan un papel central en el desarrollo del suspense y de la trama en sí. En Rear Window, el personaje de James Stewart utiliza su posición para espiar a sus vecinos, y de paso revela secretos y desentraña un misterio. De manera similar, en The Shrouds, la intrusión a través de la tecnología de Grave Tech actúa como un elemento narrativo que hace avanzar la trama, pero aparte, subraya cómo este deseo por descubrir lo oculto puede hablar más de una necesidad interna que externa. En el caso de Karsh, esa necesidad es más bien una excusa para no terminar de afrontar la muerte de su esposa (lo cual se potencia con otros acontecimientos y decisiones que el personaje toma a lo largo de la película), y no tanto por una paranoia real sobre el ataque a las tumbas y la idea de que alguien este hackeando el sistema.

Por otro lado, el hecho de que la esposa ausente, que mueve la trama de la película y de cierta manera genera una sombra sobre los personajes que aún habitan la tierra, se llame Rebecca, no parece una decisión azarosa, sino una posible intertextualidad intencional entre la Rebecca de Hitchcock, y la Becca de Cronenberg.

The Shrouds (2024), David Cronenberg.

The Shrouds (2024), David Cronenberg.

The Shrouds es una de esas películas que cuanto más tiempo pasa desde el visionado, más se aprecia, porque siembra ideas que, tarde o temprano, darán cosecha. Y a pesar de tratarse de una propuesta que quizás, a priori, no parece llevar la etiqueta de Cronenberg, es extremadamente funcional y de paso nos hace rememorar a uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos, mientras propone un relato extremadamente fresco de la mano de un director que, siendo sinceros, está más cerca del harpa que de la guitarra.

La película aún no cuenta con fecha de estreno local. Son pocas las películas de Cronenberg que pueden encontrarse en streaming: The Fly está disponible en Disney+, A History of Violence y Eastern Promises pueden encontrarse en Max y Crimes of the Future puede verse en MUBI.