Por Juampa Barbero | @juampabarbero

"¿Cuál es tu película de terror favorita?". Puede parecer una pregunta simple y sin sentido, pero para los verdaderos fanáticos, es mucho más que eso. Para quienes nacimos en los 90, el estreno de Scream (1996) llegó cuando éramos demasiado jóvenes para verla en el cine. Aun así, nos las ingeniamos de múltiples formas para verla en pijamadas, creyéndonos rebeldes con el temor constante de que nuestros padres nos descubrieran como si nos estuviéramos drogando. Pero sobre todo, con el miedo de que en medio de la noche el teléfono sonara, y una voz preguntara de forma siniestra: "¿Cuál es tu película de terror favorita?".

No teníamos la edad permitida, pero todos la habíamos visto alguna vez. A finales de la década, ese maldito personaje de túnica negra, máscara blanca y expresión desalmada se convirtió en un ícono instantáneo: lo veíamos en remeras, tazas, calcomanías de autos, y en todo tipo de disfraces, desde los más ingeniosos (una capa de tela y máscara de goma), hasta los más improvisados (bolsas de residuo y cartulina dibujada). Como Michael Myers, Jason Voorhees y el propio Freddy Krueger—otro villano salido de la mente retorcida de Wes Craven—, Ghostface se metió de lleno en la cultura pop, dejando su huella como el slasher que definió a nuestra generación.

El terror es como el punk: si no te entra en la adolescencia, es difícil lograr ese despertar en una etapa adulta. El hater musical de los sucios tres tonos, encuentra esa misma manera despectiva de hablar sobre máscaras, machetes y masacres cinematográficas. Al igual que están los amantes de Pink Floyd y Luis Alberto Spinetta, que ven vulgares a los Sex Pistols y a Flema, existen quienes idolatran a Andrei Tarkovski y Jean-Luc Godard, que opinan exactamente lo mismo de John Carpenter y Wes Craven.

Scream (1996), Wes Craven

En palabras del último: “Básicamente, en una película de terror estás lidiando con el miedo y tienes que superarlo. Y de esa manera hay que saber lo que realmente teme la gente hoy en día, a diferencia de hace diez años. Y luego hay que cruzar la línea para poder dilucidar esos miedos, ponerlos en una película de una manera que vaya más allá del buen gusto o lo que es apropiado en la sociedad de la que hablas o lo que la MPAA (Motion Picture Association) se siente cómoda permitiéndote hacer. Tienes que ir a ese tipo de áreas prohibidas, por lo que probablemente estés fuera de la caja. Vas a hacer una película que moleste a los adultos y al establishment, pero al mismo tiempo tendrá una especie de atracción eléctrica para los niños”. 

Wes Craven lo explicó mejor que nadie en aquella entrevista televisiva. Esa transición entre la infancia y la adultez, cuando empezamos a ver el mundo de los adultos tal como es, aterrador y lleno de sombras. En ese momento, todavía conservamos una franqueza infantil, pero comenzamos a preguntarnos quiénes son realmente nuestros padres, qué se esconde detrás de esas máscaras que la sociedad nos obliga a llevar mientras nuestros cuerpos cambian. Scream para muchos dio en el clavo, al sugerir que el horror no viene de monstruos sobrenaturales, sino de las personas que creemos conocer.

Son múltiples las razones por las cuales Scream fue un boom que revivió el slasher cuando se creía un género muerto. Pero ahí estábamos nosotros, sin saber nada de eso en el videoclub, frente a un VHS que muestra un primerísimo primer plano de Drew Barrymore en blanco y negro granulado tapándose la boca y devolviendo la mirada. Quizás tan equivocados no estaban los adultos, ya que Scream, como una droga, tuvo su efecto en algunos.

Para muchos jóvenes de los 90, Scream fue una puerta de entrada al terror. La primera vez que la ves, te aterra; la segunda —si hiciste la tarea—, te fascina. La clave está en la tarea: aprender las reglas y captar las referencias. Wes Craven no solo nos hizo gritar, sino que también nos desafió a desentrañar el juego, convirtiendo a Scream en un clásico que tanto celebra como subvierte el género.

Scream se convirtió en el pasaporte definitivo para los iniciados en el cine de terror. Con una maestría audaz en el guion escrito por Kevin Williamson, la película de Wes Craven no solo rinde homenaje a los grandes clásicos, sino que los deconstruye y los reimagina para una nueva generación. ¿Quién no recuerda la icónica llamada de Ghostface, que nos introdujo a Freddy Krueger antes de que muchos hubiéramos visto una sola entrega de Pesadilla en Elm Street?

Scream (1996), Wes Craven

Al jugar con los tropos y clichés del cine de terror, Scream se convirtió en un metacomentario sobre el propio género, generando un diálogo constante con el espectador. Su influencia fue tal que revitalizó el slasher y estableció nuevas reglas para las películas de miedo. Ya no se trataba solo de asustar, sino de hacerlo de forma inteligente y autoconsciente. Scream nos enseñó a disfrutar del terror, a reírnos de nuestros propios miedos y a valorar la maestría cinematográfica detrás de cada susto.

¿Quién necesita un superhéroe cuando podés seguir las sabias palabras de Randy Meeks? Este personaje, experto en slasher, nos regala una guía infalible para sobrevivir a una noche de terror: no tengas sexo, evitá las drogas y, por el amor de Dios, nunca digas "enseguida vuelvo". Con estos consejos, estarás listo para enfrentar a cualquier asesino enmascarado. Y si no funciona, siempre podés culpar a Wes Carpenter (¿o era Wes Craven?) por no haberte advertido sobre los peligros de abrir la puerta a desconocidos.

El éxito arrollador de Scream desencadenó una ola de imitaciones que buscaban capitalizar el miedo y la intriga generados por la máscara blanca. Películas como Sé lo que hicieron el verano pasado (1997) y Leyenda urbana (1998) surgieron a raíz de este fenómeno, tratando de replicar la fórmula del neo slasher. Aunque ninguna logró igualar el impacto, estas demostraron la influencia de Scream en el género y consolidaron al cineasta como un maestro indiscutido dentro del grupo conocido como “las tres C's del terror": John Carpenter, David Cronenberg y Wes Craven.

Scream (1996), Wes Craven

Desde las referencias a clásicos como Halloween (1978) y Viernes 13 hasta los cameos de leyendas del horror como Linda Blair (El Exorcista, 1973), Scream apunta al placer intelectual de los fans más acérrimos. Por ejemplo, las llamadas telefónicas que remiten directamente a Cuando llama un extraño (1979) . Los guiños a Pesadilla en la calle Elm (1984) son constantes, incluyendo una aparición del propio Craven como un conserje que luce el atuendo de Freddy Krueger. Y si no sos un experto en slasher, no te preocupes: la saga de Scream te enseñará todo lo que necesitás saber para convertirte en uno.

¡Pesadilla en Elm Street!
¿El tipo que tiene cuchillos como dedos?
Freddy Krueger.
Si, esa me gustó, daba miedo.
La primera, pero las otras son una porquería.

Citas como estas despertaron un interés colectivo en saber quién estaba antes de Ghostface. Por supuesto, ahí caímos en los próceres: Leatherface, Michael Myers, Jason y Krueger. Chucky siempre estaba, pero nunca se le daba la seriedad de La Cosa. “Todos nos volvemos locos alguna vez, Anthony Perkins, Psicosis (1960)”, dice el antagonista de Scream en un monólogo salvaje. Así, muchos llegamos a Alfred Hitchcock y entendimos que la muerte prematura de la estrella era otro truco audaz de la querella; al igual que descubrimos a Nick Cave tras sentir helarse la sangre al ritmo de "Red Right Hand".

Una vez que Scream dejó su marca, investigando como podías te dabas cuenta de que el cineasta solo dirigió la primera entrega de Pesadilla en la calle Elm y la séptima, un experimento fuera de serie llamado La nueva pesadilla (1994). Algo completamente diferente a todo lo que se venía haciendo en la franquicia, la cual hicieron a un lado, pero nunca tan Wes Craven.

La nueva pesadilla rompe la cuarta pared. Freddy Krueger deja de ser un personaje de ficción para convertirse en una amenaza real para los actores y creadores de la original. Heather Langenkamp, quien interpretó a Nancy Thompson, comienza a tener pesadillas donde Freddy la ataca, pero no es Robert Englund, sino uno de verdad. Lo que en los 90 fue una locura, hoy sigue siendo una revelación.

Lo más curioso es que, entre Freddy y Ghostface, Wes Craven intentó distanciarse del terror. Ya no encontraba inspiración en el género y buscaba explorar otros territorios. Un vampiro suelto en Brooklyn (1995) se inclina más hacia la comedia absurda que a una verdadera parodia, algo que logró perfeccionar al año siguiente con Scream. Aunque Craven había decidido alejarse del terror, su retorno al slasher no solo revalidó su maestría, sino que también nos permitió descubrir, entender, y valorar el género de una manera completamente novedosa.

Scream (1996), Wes Craven

El éxito fue tan arrollador que al año siguiente llegó Scream 2, que abordó con sangre y humor el fenómeno de las secuelas. Después vino Scream 3, ambientada en Hollywood, y que reflexionaba sobre las trilogías. Los fans tuvieron que esperar once años para que Wes Craven reviviera a Ghostface con Scream 4 (2011), su última película en vida. En esta entrega que sí pudimos ver en cine, Craven exploró los remakes, las redes sociales y el streaming, reafirmando su destreza para anticipar, burlar y retorcer las tendencias de la industria audiovisual. 

Un auténtico visionario. Nueve años después de su partida, Wes Craven sigue siendo una figura esencial, a pesar de que ahora podemos analizar su legado con el beneficio de la retrospectiva. Es fácil hablar de cómo sus películas definieron una era, pero la verdad es que, cuando éramos jóvenes, algunas películas simplemente nos atrapan y nos empujan a un agujero negro. 

Wes Craven, con su inigualable capacidad para asustar y divertir, no sólo creó clásicos de terror que se revivieron como La última casa a la izquierda (1972) o Las colinas tienen ojos (1977); consiguió que una generación entera se convirtiera en cinéfila. Nos hizo dar el salto desde el susto a la curiosidad, creando un legado que sigue haciendo que busquemos algo más en la pantalla. Y si bien todavía estamos intentando alcanzar su sombra, sabemos cuáles son algunas de nuestras películas de terror favoritas.