Por Nicole Wysokikamien | @_____.nic
No encuentro otra manera de describir el dolor que mediante la literalidad,
la mera descripción del hecho,
el informe puro.
Es decir, el dolor es: “Exhumados los restos de mil y pico de víctimas de la matanza de Srebrenica en la
mayor fosa común de Bosnia”.
La única representación posible del dolor es el informe puro. El resto es espectáculo.
“El sacrificio como acto poético”, Angélica Lidell.
“Llamada Entrante” es una obra de teatro documental dirigida por Florencia Guzzo, Paula Lieberman y Camila Souto que indaga en el servicio telefónico de las líneas de prevención del suicidio. El proyecto se desarrolló en el marco del programa “ARTEscénicas + digitalidad”, del Goethe Institut, y fue ganador de los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura en 2023.
La obra es el resultado de un proceso de investigación de más de dos años, que incluyó dos instancias de residencia: la primera en Santiago de Chile, en el centro Checoeslovaquia. La segunda fue un encuentro entre los cinco grupos seleccionados para participar del programa en la Akademie für Theater und Digitalität (Academia de teatro y digitalidad), en Dortmund. Luego, un proceso de escritura y ensayos para volcar el documento en la escena.
El teatro documental es un tipo de teatro que se construye en la intersección entre teatro y documento, entre ficción y testimonio, entre narración y realidad. Trabaja con archivos históricos, fenómenos sociales, e incluso elementos biográficos y testimonios personales. Casualmente o no, sus orígenes se rastrean al teatro de Erwin Piscator en la Volksbühne de Berlín de los años 20, y a la obra de Peter Weiss. En los últimos años hemos presenciado un resurgimiento del teatro documental en América Latina, con exponentes como Marianella Morena (Uruguay), Lola Arias (Argentina/Alemania), la compañía La Laura Palmer (Chile) y a nivel europeo con Milo Rau (Suiza/Bélgica), Rimini Protokoll (Alemania), entre otros.
En este caso, la complejidad del pasaje de la investigación de la temática del suicidio y sus líneas de ayuda a la escena del Teatro Solís está a cargo de un grupo interdisciplinario de mujeres jóvenes: Camila es actriz y directora de cine, Florencia es diseñadora teatral y docente, Paula es actriz y psicóloga. Conversamos con Florencia y Paula acerca del proceso de creación de “Llamada Entrante”, sus desafíos y posibilidades.
“Llamada Entrante” se puede ver el 5 de octubre a las 20:30 y el 6 de octubre a las 17:00 y 19:30 en la Sala Zavala Muníz del Teatro Solís. Las entradas pueden adquirirse por Tickantel y en la boletería del teatro.
¿Cómo surge la idea de “Llamada Entrante”?
Florencia Guzzo (F.G.): Surge hace un poco más de dos años en el marco de la convocatoria “ARTEscénicas + digitalidad” del Goethe Institut de Chile junto con otros institutos Goethe de Latinoamérica. Lo que se buscaba era impulsar la incorporación de lo digital en las artes escénicas con un foco en la investigación. Me convocaron Pau [Lieberman] y Cami [Souto], que fueron las que tuvieron la idea de investigar el servicio de las líneas de prevención del suicidio. Ahí empezamos a armar este proyecto entre las tres, y fue mutando. De hecho, en su momento lo presentamos como una instalación. Siempre se mantuvo el tema como eje, pero el formato fue transformándose hasta que nos dimos cuenta que en realidad lo que queríamos hacer era una obra de teatro.
Paula Lieberman (P.L.): El tema apareció como aparecen a veces las cosas, que no se sabe bien cómo, ni cuándo. Hablando sobre las líneas telefónicas de prevención del suicidio, empezamos a preguntarnos quiénes eran las personas que estaban detrás de ese servicio, cómo era su intervención, qué pensaban sobre su propia intervención, si habría cambiado su mirada del suicidio a partir del trabajo allí. Cada vez surgían más preguntas y decidimos hacer un proyecto que tuviera una pata documental. Y de ahí nos metimos de lleno.
¿Cómo fue el proceso de investigación?
P.L.: Lo primero que hicimos fue contactar a personas que trabajan en estas líneas en cuestión para ver si tenían ganas de conversar con nosotras. Queríamos que la investigación partiera realmente desde ahí, y que fuera eso lo que determinara cuál era la forma que iba a tener el proyecto. Después ampliamos la investigación leyendo materiales, buscando datos y estadísticas sobre el suicidio en Uruguay, y particularmente sobre las líneas de ayuda en distintas partes del mundo. Las entrevistas fueron el núcleo y de ahí partieron muchas de las preguntas y la necesidad de investigar por otros lados.
F.G.: En el propio devenir de las entrevistas notamos cómo cambiaban las preguntas. Al principio se trataba más de entender, cómo trabajan, cuántas personas son, cuál es el protocolo para recibir llamadas, cómo organizan su trabajo. Después empezamos a construir otros grados de profundidad. Les preguntamos: ¿Te acordás de la primera vez que atendiste una llamada? ¿Por qué querías hacer este trabajo? ¿Qué es lo que más te cuesta decir? ¿Hay algún tema del que te cuesta hablar? ¿Cómo es tu vínculo con el dolor? ¿Cómo es tu vínculo con la muerte?
Las preguntas se fueron profundizando cada vez más y también nuestro proceso. Porque en la investigación cada pregunta nos iba interpelando a nosotras, nos devolvía preguntas. ¿Cómo nos vinculamos con este tema? ¿Nos cuesta hablar entre nosotras sobre el suicidio? ¿Nos cuesta hablar sobre la muerte? ¿A quiénes acudimos cuando nos sentimos mal, cuando tenemos dolor, cuando estamos en crisis? Todo esto se fue transformando en una especie de caldo de cultivo a partir del cual sale lo que van a ver en la obra.
¿Fueron desde lo más objetivo a terrenos más subjetivos?
P.L.: Sí, objetivo que ya es muy subjetivo porque es el relato de las personas sobre su experiencia en ese trabajo.
F.G.: Siempre tuvimos un interés de que el proyecto fuese también hacia lo individual, que cada persona hablase de su experiencia dentro de la línea. Cómo es para esa persona trabajar ahí, y también cómo se desconecta luego de cumplir su horario de trabajo. Buscamos siempre lo personal, aspirando a que partiendo de ese relato subjetivo pudiéramos llegar a algo universal.
¿Cómo fue la experiencia dentro del programa del Goethe Institut? ¿De qué manera las ayudó a llevar a cabo su proyecto?
P.L.: Fue increíble. El programa es muy sabio porque, si bien requiere presentarse con un proyecto en específico, lo primero que proponen en el cronograma de actividades es una residencia de investigación. Eso ya marca la impronta del programa: pretende que primero vayas a un espacio, le pongas cuerpo y empieces a investigar. Después tuvimos instancias de formación y de intercambio con referentes de distintas áreas, sobre todo de nuevas tecnologías vinculadas a las artes escénicas. En Alemania visitamos instituciones, organizaciones, fuimos a ver espectáculos y exhibiciones especializadas en estos temas. Y en paralelo, nos ofrecieron tutorías específicas con alguien que estaba más vinculado con nuestro proyecto y que iba dialogando con nosotras y acompañándonos en el proceso.
La verdad es que nos aportó mucho, más allá de proporcionarnos un respaldo institucional que siempre ayuda, nos hizo pensar de otras maneras, presentándonos tecnologías con las que no estamos acostumbradas a trabajar. Incluso si después decidíamos no usarlas, el solo hecho de preguntarnos de qué manera se podrían incorporar en nuestro proyecto ya fue muy enriquecedor.
F.G.: Y el hecho de que el foco estuviera puesto en la investigación y la exploración, sin una exigencia de que hubiese un producto final cerradísimo, nos brindó un montón de libertad y nos permitió ir dándonos cuenta qué forma queríamos que tomase este proyecto. Al principio estábamos un poco asustadas porque no sabíamos bien cómo incluir lo digital. Tanto fue así que en la residencia en Alemania, en el momento que teníamos que abrir el proceso, la pregunta que nos devolvieron todas esas personas expertas en lo digital fue: “¿Pero dónde está la emoción en su proyecto?”. Eso nos marcó un quiebre y nos dijeron algo que hasta el día de hoy lo recuerdo, que fue: “No se preocupen por hacer entrar lo digital, lo digital va a aparecer cuando ustedes tengan la historia”, y fue dicho y hecho lo que sucedió.
Fue una gran experiencia de crecimiento incorporar nuevos lenguajes, conocer personas con otras sensibilidades, de distintos países y con distintas experiencias. A su vez viendo también cómo estábamos todos y todas en la misma, incluso con nuestros problemas, con nuestras dudas, con nuestras certezas, el hecho de compartir y de construir en conjunto fue tremendo.
P.L.: También nos dieron plata.
F.G.: Y plata. Lo necesario para poder hacer cosas.
¿Cómo fue el pasaje de la investigación a la escena?
P.L.: Como decía Flor, nuestro proyecto fue mutando en estos dos años, y eso tuvo que ver con que la temática es compleja y sensible. Pensar en cómo llevar esto a escena, que ya de por sí es difícil, sumado a que estamos trabajando con testimonios de personas, que no son artistas, que nos compartieron sus relatos con generosidad, pero que quizás no quieren exponerse. Es delicado pensar cómo hacer para articular una cosa con la otra. Creo que esto incluso era más desafiante que la digitalidad en sí. Mirándolo en retrospectiva, las dificultades que aparecieron se vinculaban a cómo hacer para hablar de estas cosas. Cómo hacer para crear una obra que equilibre entre una sensibilidad artística que potencie las preguntas y las sensaciones que queremos generar, pero a su vez, que no distraiga o que no agregue color a algo que, en realidad, es de por sí potente.
Vamos hablar de suicidio, pero, ¿para qué? ¿Qué queremos generar con esta obra? Además de poner el tema sobre la mesa. Tenemos ganas de que sea una obra que permita conectar con la vida y que sea tierna en algún punto, que no sea solamente informativa, porque para eso ya podemos leer las noticias, informes, lo que sea. Por algo estamos decidiendo hacer una obra de teatro.
F.G.: Nos parecía importante que la intimidad fuese algo transversal. Porque es algo que nos llama la atención del trabajo de estas personas: que logran construir vínculos íntimos profundos de forma efímera, incluso entre personas desconocidas. Y en el teatro sucede lo mismo. Entonces, la búsqueda de esa intimidad, de cómo alcanzar ciertos niveles de profundidad con la personas que nos vayan a ver, fue un eje para nosotras.
¿Y cómo hicieron?
P.L.: Ahora pensaba en un fragmento de Angélica Lidell que dice que se siente acorralada por lo literal, porque no encuentra otra forma posible de hablar del dolor que no sea el informe puro. Hay algo de la potencia del informe, de lo literal, que a veces alcanza. Para hablar del dolor en escena, no es necesario agregar una imagen o que suceda algo más. En nuestro caso, la mejor forma de de decir: “En 2023 se suicidaron 700 y pico de personas en Uruguay”, es esa. En 2023 en Uruguay se suicidaron 700 y pico de personas. Es suficiente, no necesita metáforas. Y en esa disyuntiva estuvimos todo este tiempo, pensando qué alcanza, qué no alcanza, qué es demasiado. Pero el público se va a encontrar con este material por primera vez y eso hay que tenerlo en cuenta. No podemos atomizar con información que además puede ser sensible o dolorosa.
F.G.: Cómo nos vinculamos con el dolor, con la muerte, con el suicidio son algunos de los ejes a partir de los cuales fuimos creando. Hicimos muchísimos borradores de esta obra, preguntándonos qué es realmente lo indispensable.
P.L.: También tuvimos que aceptar que no íbamos a poder poner “todo”. Creo que con el suicidio, como con otros temas complejos, sucede que terminamos sin hablar de ello porque no sabemos por dónde empezar, o porque no queremos hacerlo mal, o porque no queremos herir a nadie —y por supuesto que es importante intentar no herir al resto—. Pero también hay una aceptación en decidir que vamos a hablar de esto como nos sale, como podemos, porque tenemos ganas de abrir este diálogo. Si esta obra después genera preguntas o comentarios, bienvenidos. Porque en realidad es mejor eso que no hablar, que también es algo bastante defensivo porque en el fondo nos cuesta hablar de estas cosas.
¿Cuáles son los desafíos o las complejidades de trabajar con este tema en una obra de teatro?
F.G.: Por un lado la complejidad de la temática: es un fenómeno multifactorial y se puede volver abrumador. Además, es un tema que mueve emocionalmente a la sociedad en general. A nivel mundial, claro, pero Uruguay es el país que presenta la mayor tasa de suicidios de América Latina. Entonces, ¿cómo abordarlo? Por suerte se está hablando mucho más sobre esto en relación a años anteriores en los que el tema estaba invisibilizado.
P.L.: Son temas para los que cada palabra importa y hay que elegirla con cuidado. Al hablar de “la problemática del suicidio”, ¿cuál es esa problemática? ¿Es el suicidio en sí, o es la falta de acceso a ciertos niveles de bienestar? Hablar sobre suicidio es también pararse desde una mirada filosófica y política. Y en conversaciones a veces se asume que nos paramos desde determinado lugar, o que la obra pretende prevenir el suicidio. La elección de cada palabra dice algo y construye una mirada sobre el tema. Que no es que sea una mirada cerrada, son varias miradas que no son siquiera iguales para nosotras tres, que tenemos ideas distintas sobre el tema y estamos creando en conjunto.
F.G.: Siempre está la pregunta de hasta dónde mostrar a las personas que compartieron sus testimonios. En un momento consideramos filmarlas y proyectarlas. Después nos dimos cuenta de que no era la forma más adecuada, y que era mejor darlas a conocer a través de su voz, que es su herramienta de trabajo y a su vez, la manera en que se vinculan con los usuarios de este servicio. Es difícil elegir los medios justos para hablar sobre una temática compleja. Algo de eso que nos llevó a decir: “Bueno, mejor planteemos preguntas. Más que cerrar o bajar línea, abramos el diálogo”.
¿Cómo les gustaría que siguiera el camino de “Llamada Entrante”?
F.G.: El deseo siempre es seguir moviéndola y poder hacer más funciones acá en Uruguay, y nos da mucha ilusión internacionalizarla. Volver a Chile, que fue parte fundamental en su gestación, volver al espacio Checoslovaquia. Nos encantaría también volver a Alemania, que fue otra parte importante del desarrollo de la obra. Queremos moverla para seguir compartiendo y seguir abriendo diálogo.
P.L.: Capaz que es un poco cursi, pero la obra sigue por fuera de la obra. En las conversaciones que tengamos después, en cómo siga nuestro vínculo con las personas que entrevistamos, si es que se continúa en el tiempo. Son líneas que se abren y que tienen que ver con lo que mueva la obra, con cómo va a seguir corriendo en nosotras y por fuera, más allá de las funciones.