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Cine
Oh captain, my captain!

“Dead Poets Society”: La película que plantea interrogantes aún vigentes luego de 35 años

Más de tres décadas después de su lanzamiento, la película representa un ícono para la cultura pop que emana sentimientos de nostalgia.

28.08.2024 15:08

Lectura: 8'

2024-08-28T15:08:00-03:00
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Por Catalina Zabala
catazabalaa

¿Por qué vivimos? ¿Por qué nos levantamos cada día contra la plegaria de nuestro cuerpo, que nos pide de múltiples maneras que nos quedemos en la cama un rato más? ¿Por qué exponernos al transporte público y a las temperaturas hostiles? Semana tras semana, año tras año, hasta el final de nuestros días. ¿Con qué propósito?

Estas son las preguntas que Dead Poets Society  pone sobre la mesa. Olvidamos por qué hacemos las cosas, inmersos en la inercia, en una especie de ritualismo en el que el sentido se pierde. Hay una razón de fondo para todo lo que hacemos, o no, pero el leitmotiv es encontrarla. 

La película, dirigida por el australiano Peter Weir, tuvo su estreno en 1989. Después de 35 años, se puede decir que se convirtió en un ícono de la cultura pop, y que resultó ser una forma nueva de entrar en temas que no son para nada nuevos. No sería la última película de tono crítico y cuestionador de la autoría de Weir: nueve años después, en 1998, estrenó The Truman Show, protagonizada por Jim Carrey. Ganadora de un Óscar a Mejor guión original y otros premios, Dead Poets Society se transformó a través de los años en una obra de culto que se mantiene presente en los corazones de quienes la vieron. 

¿Por qué, luego de 35 años de su lanzamiento, sigue siendo una obra que se mantiene vigente y permanece en la superficie? Sin ir más lejos, el último álbum de la artista estadounidense Taylor Swift hace alusión al título de la película, y en el videoclip de una de las canciones, “Fortnight”, aparecen Ethan Hawke y Josh Charles, integrantes del cast original. 

La pregunta puede tener más de una respuesta. Una de ellas, podría ser el efecto “espejo” que genera en los espectadores. Deads Poets Society resulta memorable porque hace de lo cotidiano, algo extraordinario. Retrata vidas normales de personas comunes y corrientes, y apela directamente a los espectadores. Su fuerte poder cuestionador hace que uno se plantee qué es lo que está haciendo con su vida; la sensación de que el tiempo se agota.

Otra posible solución a la incógnita tiene que ver con esta misma cotidianeidad de los personajes, pero vista desde la audacia que tuvo el creador para bajar a tierra un concepto filosófico tan antiguo, y quizás ajeno a nosotros, y reflejarlo directamente en nuestras vidas. Toma lo eterno e inmutable, y lo hibrida con lo variable y efímero del ser humano común, volviéndose un todo. Una ambigüedad eterna que en sí misma se refleja como un enigma ante la especie. 

Deads Poets Society (1989), Peter Weir 

Deads Poets Society (1989), Peter Weir 

Carpe diem es un concepto que se introduce rápidamente en la película, y que sigue de fondo como un espectro a lo largo de toda la trama, haciéndose muy notorio en el clímax y final de la obra. La Real Academia Española define carpe diem como la “exhortación a aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo”. Esta es la idea motor que va empujando a los estudiantes a tomar las riendas de su propia vida, cosa que no agrada a las autoridades a su cargo.

“Somos comida para gusanos. Porque, lo crean o no, cada uno de nosotros en este cuarto, un día, va a dejar de respirar, enfriarse y morir": así introducía el profesor Keating este concepto, haciendo despertar a sus alumnos de una vez y para siempre. Un grupo de almas jóvenes colmadas de entusiasmo vital, encerradas en paredes frías y altas que emanan tradición. Esta mezcla resulta básicamente en el efecto de una olla a presión: eventualmente va a explotar. 

La icónica escena en la que el profesor Keating los alienta a arrancar una de las páginas del libro de curso, tiene un efecto de metáfora sobre lo que es esta historia de manera completa. Keating viene a arrancar con fuerza, y por sorpresa, una pila de exigencias que sofocan a los alumnos. “Tradición, honor, disciplina y excelencia”: cuatro pesados pilares que colgaban de las mochilas de estos chicos durante largos años, pero que no eran capaces de quitarse de encima. Estos estudiantes, desacostumbrados a este tipo de métodos alternativos, no saben qué hacer. 

"No leemos y escribimos poesía porque es lindo. Leemos y escribimos poesía porque somos miembros de la especie humana, y la especie humana está llena de pasión. Medicina, Leyes, Negocios, Ingeniería... Son actividades nobles, y necesarias para sostener la vida. Pero la poesía, la belleza, el romance, el amor, esto es por lo que nos mantenemos vivos".

Keating lo dice de una manera casi confesional, como si se tratara de un secreto. No hay discreción que amortigüe el golpe en la cara que reciben estos jóvenes. Agotados por unos padres intimidantes y una escuela que los exprime, el sentimiento de no ser suficiente es constante.  

Todd Anderson es un gran ejemplo del estado de situación de los estudiantes. Su extrema timidez e inseguridad lo preceden. Prefiere no hablar ni dar su opinión jamás, y se refugia en su amigo Neil durante gran parte de la película. Se aferra a las normas y siente pánico al romperlas. Ya sea por tener unos padres que año tras año le regalan el mismo set de útiles escolares para su cumpleaños, o por el simple hecho de pertenecer a esta institución, Todd es totalmente incapaz de ver su valor. Sin embargo, es quien logra aprovechar mejor la llegada del profesor Keating, dejándose moldear como un pedazo de arcilla, y absorbiéndolo todo. 

Deads Poets Society (1989), Peter Weir 

Deads Poets Society (1989), Peter Weir 

"El Club de los poetas muertos”, resucitado por estos estudiantes tras largos años de somnolencia, tenía como sala de reuniones una cueva en el campo. Si bien es una medida tomada a niveles prácticos, escapando de la rigurosidad de los directores de la institución que jamás lo habrían permitido,no es de lo único que huyen. Resulta que la cueva funciona como una guarida del alma: una que se mueve a contracorriente en este mundo. Los jóvenes y sus almas que acaban de ser despertadas ven el mundo con otra luz, se sienten rechazados, y buscan consuelo entre ellos mismos.

Entre los árboles y los matorrales del campo de la escuela, sumergidos en la naturaleza y alejados del mundo artificial creado por el hombre, los estudiantes buscan su espíritu más primitivo, en un mundo que hoy ven como algo completamente nuevo. De esta manera se hace presente también el espíritu del romanticismo: sumergido en la naturaleza, decidido por el sentir del presente y reaccionando contra la opresión de la autoridad. 

El lenguaje de cámara no olvida la misión que le fue encomendada. Hay ciertas escenas que conservan planos de un estilo muy contemplativo, que buscan admirar la belleza que encuadran junto con el espectador. Ya sea Knox dejándose llevar en su bicicleta por una colina y espantando a una enorme bandada de pájaros blancos que se alzan al vuelo, o viendo a todos los alumnos cargando al profesor Keating como un héroe de la antigüedad y presos de la euforia, bajo un atardecer. La cámara acata la orden del profesor Keating: admirar la belleza del momento en su fugacidad. Detenerse. Solamente observar. Por un momento no pensar en lo que pasó en la escena anterior, ni en la que vendrá. Contemplar y conmoverse. Conmover para conmoverse. 

La propuesta de la película, a simple vista, puede parecer muy ingenua. Pero no se queda en lo provocador y lo rebelde, contempla también sus peligros. Si solo el presente tiene relevancia y no hay tiempo para medir las posibles consecuencias, resulta que cuando sucede algo muy malo y las emociones son negativas, no habría escapatoria. Si solo el presente es lo que importa, y el presente emana sufrimiento, la esperanza de un posible futuro más alegre no sería un camino a tomar bajo el ala de carpe diem

La aparición del profesor Keating en las vidas de estos jóvenes significa un punto de inflexión, porque les enseña a contemplar el presente en un mundo en el que se los obliga a vivir pensando en el futuro, como una mula de carga, cansada y deteriorada, que anda con anteojeras para no desenfocarse de su meta. Keating no les da un sentido a sus vidas, sino que les enseña a parar, reflexionar, y ver ese sentido que ya vive con ellos, pero que su estilo de vida no les permite ver.

Resulta que, a veces, no hace falta esperar a que llegue un profesor desde un lugar lejano para mostrarnos el camino. A veces es preciso mirar a nuestro alrededor e identificar nuestro propio señor Keating, que quizás está presente pero no se ve: una persona, un lugar o una obra de arte. Como expresa la película, es de vital importancia identificar a quien nos muestra el camino hacia nuestra propia voz. 

Por Catalina Zabala
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