Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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Nació en 1975 en Valo Valho, una favela de Sao Paulo. Sus padres y el Estado acordaron que se llamase Reginaldo Ferreira da Silva, pero él prefirió ser conocido como Ferréz, el escritor. Más tarde el mundo editorial, considerando breve el apelativo, le adosó el calificativo de marginal, para realzar la tónica de sus escritos.
En sus obras, Ferréz habla de la vida del pueblo llano, de la favela, el narcotráfico y la corrupción, pero sin grandilocuencia ni autocompasión. Sus personajes son laburantes, transas, canas y sicarios de segundo orden, retratados con la precisión de un Bukowski sin alcohol ni Beethoven. Autor de varias novelas, libros de poesía y cuento, letras de hip-hop y ocasional periodista, el brasileño hace de su literatura una trinchera.
Nadie es inocente en San Pablo, su primer libro de cuentos (publicado en Brasil en 2006, y que acaba de llegar a Uruguay a través del sello argentino Coregidor, distribuido por Escaramuza), es una muestra del mundo Ferréz: un territorio hostil, a veces amargo, donde sus habitantes buscan pelear la vida como sea, con más humor que esperanzas.
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En Nadie es inocente en San Pablo publicaste tus primeros cuentos. ¿Cuál fue el desafío de presentar situaciones y personajes en un formato más reducido que la novela?
El desafío fue grande, porque acostumbro escribir mucho y, en esos casos más "pequeños", tengo que ganar al lector con mucho menos, y tampoco da para desarrollar tanto los personajes o la historia en sí, pero fue algo que me enseñó mucho en el proceso. Las vidas a veces no caben en las historias, editar es ser cirujano también.
Y después de estos diez años que han pasado, ¿Qué aprendiste, como escritor, de esa experiencia?
Mucho. Escucho situaciones y luego pienso: eso cabe en un cuento, eso cabe en una novela, ya veo el tamaño y la duración de cada historia.
En tus cuentos usas fraseos cortos, similares a los que se usan en el hip-hop, un género en el que también trabajas. ¿Qué fue primero, la influencia del rap en tus textos, o al revés?
Antes de entrar en la cultura hip-hop, tenía como base la literatura clásica. Después que entré en esa cultura, me influenció a escribir como en la calle, y las frases cortas son heredadas de las letras de rap que fui oyendo y también escribiendo, todo basado en la realidad.
Tu literatura es "militante", pero no excluye la belleza. ¿Es más importante el hecho estético que la denuncia? ¿Existe la literatura sin belleza?
Creo que esta mezcla es parte, el sufrimiento es una gran escuela, pero todo el dolor también tiene mucha belleza, así que traté de dar eso a los personajes, en sus detalles.
El sociólogo Pierre Bourdieu decía que las clases populares "son habladas", que los pobres son objeto de discursos que hablan en su nombre, pero que no se les permite generar sus propios discursos. ¿Coincides con esa afirmación?
Sí, en todo lo que está en los medios, difícilmente un ciudadano, alguien del pueblo, tenga voz. Son siempre los eruditos, los intelectuales, y yo nunca me las di de intelectual. Tengo el polvo de la calle en mis zapatos, tengo la visión crítica del lavacoches, tengo las manos con callos de los trabajadores de limpieza en las calles.
Sé que no concuerdas con el Primer Comando de la Capital [organización delictiva brasileña, nacida en las cárceles, que maneja el narcotráfico en varias ciudades, responsable de homicidios y robos], pero Marcola, uno de sus líderes, dijo en una entrevista que "no hay solución" para el problema de la miseria en Brasil. ¿Estás de acuerdo?
No se trata de no estar de acuerdo, es que muchas personas sólo legitiman eso, y no se esfuerzan para una mejora. Yo lucho por el arte, el arte es libertario, no tiene reglas, tiene buenas intenciones, pero también se propaga el mal. Hay solución para todo: los países fueron diezmados y luego se levantaron de nuevo, ¿Por qué no podemos hacer lo mismo? La gente es buena, generosa, y esto ya es una prueba de que no todo el sufrimiento puede hacer congelar un buen corazón.
Dijiste que la literatura te había salvado, y tu prédica es que todos los niños y los jóvenes de las favelas puedan acceder a la cultura, como forma de salir de la miseria. Suena a pensamiento utópico. ¿Qué crees que haría el sistema si todos los habitantes de las favelas leyeran libros? ¿Qué cambiaría?
No es utopía pues no estoy soñando. Me levanto cada día y respiro eso, lo propago como algunos propagan el Evangelio, al igual que hago en la literatura. ¿Qué cambiaría? Todo: la lectura trae sentido crítico, y con eso tomas mejores decisiones, y todo eso ayuda para mejorar la vida. Si con el arte aprender que todo tiene valor, que el otro tiene valor, ¿Cómo vas a querer matarlo? Si aprendes que todo es importante, que todo tiene su belleza, ahí ya estás tomando otras decisiones.
¿Te preocupa que la literatura marginal se convierta en un objeto de estudio, en una nueva erudición, como alguna vez fue la novela realista del siglo XIX o el realismo sucio de mitad del siglo XX? ¿Perdería fuerza tu obra si eso ocurriera? ¿Crees que puede ser asimilada por el sistema (universidades, revistas especializadas, fundaciones)? ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo? ¿Qué se gana y qué se pierde en ese intercambio?
De hecho, hay un problema mucho más grande, y es que a muchos lugares no llega ni siquiera la comida o la cultura. Hay personas que necesitan todo el apoyo y palabras de aliento para entrar en el maravilloso mundo de la lectura. La preocupación de los críticos es ver quién quiere un premio. Mi premio es el niño de la favela leyendo, y levanto esa copa cada día.
Dijiste que mucha gente de la favela tuvo su primer acercamiento a la literatura con tus libros. ¿Cuáles fueron los libros que te impulsaron a escribir? ¿Y qué estás leyendo ahora?
Sí, estoy muy orgulloso de ello, creo que se nota que no estoy en el camino equivocado. Leo mucho, varios libros diferentes durante todo el día, siempre tengo un libro de João Antônio, de Carolina de Jesús en mi escritório. Y leo mucho sobre el capitalismo, como El ascenso del dinero de Niall Ferguson, Falso amanecer de John Gray, y para mi diversión estoy leyendo La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón.
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