Contenido creado por Jorge Luis Costigliolo
Entrevistas

Hombre sin techo

Conversamos con el cantautor Alejandro Ferradás

Conversamos con Alejandro Ferradás a propósito de “Intemperie”, su nuevo disco, que presentará en sociedad el sábado en La Trastienda.

16.09.2014 16:06

Lectura: 12'

2014-09-16T16:06:00-03:00
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Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
jcostigliolo@montevideo.com.uy

En Intemperie (Bizarro, 2014), el más reciente disco de Alejandro Ferradás, no hay una sola pregunta y, sin embargo, sus doce canciones no hacen otra cosa que interpelar. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Adónde?

Ferradás, arquitecto renegado, guitarrista, cantante, compositor, productor, comenzó siendo casi un niño en Séptimo Velo, una de las bandas que no logró sobrevivir a los 80, y, a lo largo de los años, fue haciendo un camino escarpado pero recto, que lo posicionó como un artista con los pies en el barro del rock, y la cabeza, afortunadamente, en otra parte.

Intemperie es un disco de desnudeces, de desastres cotidianos y epopeyas de entrecasa, contado y cantado con la estoica sobriedad del blanco y negro. En este trabajo, Ferradás, que no necesita sorprender, hace su trabajo de siempre: tirar sobre la mesa un puñado de canciones, algunas lacerantes y dolorosas, otras en el filo de la esperanza, todas con el raro don de conmover.

*

¿Qué pasó con la Arquitectura?

La tengo como relegada. Le tengo que dedicar el tiempo que me queda, y no me queda mucho. Nunca termina siendo algo prioritario.

¿En algún momento fue lo prioritario y al final el músico le ganó al arquitecto?

En realidad en ningún momento fue prioritario en cuanto a mis intereses. Me di cuenta cuando pensé por qué quería que me reconocieran. Y la Arquitectura no me llenaba. No quería que se me reconociera por hacer la reforma de un apartamento. Así que, por ese lado, fue quedando en un segundo plano. Y después, la música le fue quitando tiempo. Mi pasaporte dice ‘músico', y el título quedó guardado en un sobre de manila en algún estante. Es raro, pero lo asumí, no tengo por qué mentirme. Ojo, mi pasaje por la Universidad ha alimentado al músico. El proceso creativo se vio favorecido, estoy seguro.

¿Te aportó método?

Inconscientemente el proceso creativo es el mismo. Arrancás con un papel en blanco, una idea. Diseñar una canción, componer un espacio. El proceso creativo es muy similar: uno empieza con una idea que va desarrollando, y luego pasa a una cosa más elaborada, que es la maqueta, que se llama igual en ambas disciplinas... Creo que la profesión de arquitecto me ha ayudado en eso. Y me gusta la Arquitectura. He sentido el mismo goce al ver una obra arquitectónica que al escuchar una buena canción. Ver obras de Le Corbusier es como escuchar un disco de los Beatles. Es la misma emoción.

Te preguntaba lo de la Arquitectura porque uno asocia intemperie a la falta del abrigo del techo, aunque sea un poco grosero...

No había hecho esa conexión, pero es verdad. Lo de ‘Intemperie’ empezó a derivar del concepto previo que tenía del disco, con varias canciones que andaban en la temática de las cosas a las que estamos expuestos. Cosas de las que nadie está libre, y que me servían para ubicarme en mi lugar: hoy estoy acá, pero no estoy libre de que me suceda un imprevisto, algo que yo no pueda evitar. Es un pensamiento cotidiano, fatalista si querés, pero que me ayuda a disfrutar más de las cosas. Veo al mundo y veo que estoy bien, muy bien. Ese era el concepto que manejaba, que abarcaba ese tipo de temáticas. Incluso la canción ‘Intemperie’, que hicimos con Walter Bordoni, habla de eso: cuál es el clic para que yo esté aquí y no esté tirado, durmiendo en la calle. Más allá de la historia, nada me garantiza que yo siga acá. Por eso se trata de valorar lo que tengo, y, cuando me queje, tener claro por qué lo hago. ¿De qué me puedo quejar, siendo lo que soy, haciendo lo que hago y viviendo como vivo?


De ese ‘nadie está libre’ llegamos a la intemperie, y ahí, inmediatamente, me vino la imagen de la escultura de Gustavo Fernández*, que ilustra la tapa del disco. Fue un conjunto: la imagen y el nombre.

¿Fuiste construyendo el disco alrededor de ese concepto o tenías un grupo de canciones que respondían a la idea de desnudez, de intemperie?

Hubo de todo. Algunas estaban ya compuestas, pero más de la mitad se hizo con ese hilo conductor.

Ese decir ‘estoy bien’, ¿es un estado actual o estuvo siempre presente a la hora de componer, de trabajar? Porque no sos el mismo artista que en el 86...

No... pero en realidad, en el fondo sí. La gran diferencia es que en aquel momento quizá yo pensaba en ‘llegar’, algo que ya no hago. Hoy en día hay mucha gente que sigue pensando que esto es ‘llegar a’. Al principio, con Séptimo Velo, queríamos ‘llegar’: a entrar en una ensalada, a grabar un disco, a tocar en los grandes festivales, y luego todo eso desapareció. El ‘llegar’ no sirve, no hay una meta. Lo importante es poder continuar.

Ustedes eran un grupo de casi niños que tocaba para un público de casi niños, y hoy los artistas que tocan para los pibes de entre 16 y 25 años tienen 40. Algo pasó, algo hicimos mal para que los pibes estén escuchando la misma música que sus padres...

Ahí sigo a mi amigo Tabaré Rivero, en aquello de que el rock también es mentira. Lo peor que le puede pasar a un género como el rock es estar de moda, o transformarse en eslogan. Cuando te quieren vender desde un celular a una bebida alcohólica y todo es rock, la cosa no está bien. Yo rescato de aquellos años que había como una intención de romper, que está en la base del rock. Cuando Los Estómagos salieron a tocar, fueron directo a patear el tablero. Lo mismo Los Tontos, Los Traidores, Guerrilla Urbana. Detrás de todo había una intención de salir a hacer cosas y a romper con la monotonía. Eso desapareció. No veo que nadie quiera hoy salir a romper nada. Al revés: creo que la intención es de sumarse, parecerse, querer estar dentro de determinados círculos. Pero no solo el rock: la música, cuando es complaciente, cuando trata de ser correcta y bien recibida, no es lo que debería. Los Beatles enseñaron eso, ellos siguen siendo mi Biblia. Dos años después de hacer ‘She loves you’ rompieron todo y molestaron, mostraron algo que no tenía nada que ver con aquello. Tenían la actitud de evitar lo obvio, lo que ya se sabe que funciona, tratar de ir siempre un poco más allá. Yo me formé con eso, y veo que, quizá, sea esa actitud la que está fallando, acá y en todos lados. Y acá ves pocos que salgan a romper, a correr el riesgo. Lo ves en Fernando Cabrera, que siempre estuvo yendo más allá.

¿Una cuestión de buscar la salida de la zona de comodidad con premeditación?

Eso lo tengo presente todo el tiempo. Cuando veo que algo se me transforma en muy lineal, automáticamente trato de romperlo. En ese proceso de diseño, cuando algo me suena oído, me suena feo. Sé que parte de la magia de la música es la tensión. Eso es algo que le escuché a George Martin, y creo que aporta para el análisis. El músico maneja la tensión del escucha. Es lógico que, si te tengo todo el tiempo tensionado, tengo el efecto contrario. Tengo presente que lo raro por raro no es válido, pero para mí la opción sigue siendo desmarcarme. Hoy en día parece que eso no está bien: todo el mundo quiere tocar parecido, cantar parecido, para entrar ‘en eso’ que está funcionando, y lo demás queda al margen. Uno tiene que asumir que eso tiene un costo. ¿Para qué hago esto? ¿Para vivir de la música? No sé si como artista esa es la meta más importante. Conozco mucha gente que vive de la música, pero para ello tiene que hacer ciertos pactos, ciertas concesiones, que no sé hasta dónde son válidas artísticamente. Es decir, como meta en sí, para mí no es interesante. Sí me parece válido dedicarse a la música; que si es importante, hacerlo importante. Me acuerdo que una vez Fernando Cabrera dio una charla a gurises y les dijo que si tenían inquietudes artísticas y las podían evitar, que las evitaran. ‘Ahora, si no pueden, asúmanlo, háganse cargo’, dijo. Ponerlo en su lugar, de eso se trata. Creo que eso hace que las cosas se hagan desde un lado más sincero, de hacerlo ‘por esto’.

¿Y vos por qué lo hacés?

Porque me gusta ser músico, vivir para la música, no de la música. Por otro lado, están muy sobrevaloradas las conquistas a nivel cualitativo. Lograr más, hacer más, que tener más es mejor, y no es así. No tengo un plan dentro de la música. He acompañado al Darno (Eduardo Darnauchans), que quizá sea lo más parecido al sueño de pibe, toqué en el mismo espectáculo con él y Cabrera... Ahí voy: para eso hago música, por estas recompensas. Produje un disco de Darno, compuse con él. Tampoco imaginé estar sentado en su cama, en su lecho de muerte. Pasar de escucharlo, de aprender a tocar la guitarra con sus canciones, a estar allí en ciertos momentos. Produje discos para Walter Bordoni, Diego Presa, La Tabaré —con quienes toqué muchas veces—, participé en proyectos con muchos de los colegas. Todo eso, para mí, es parte de lo mismo. No es solamente ‘ah, tengo este nuevo disco solista’. Yo apuesto a disfrutar de lo que significa para mí ser músico, y que abarca todo eso. No me interesa gustarle a todo el mundo. Sí creo que lo que es artísticamente bueno, a la larga es valorado. Desearía que guste, que me escucharan, pero si no es así, no cambiaría un acorde para conseguirlo. Parece una cosa muy sencilla, pero no veo ese planteo en la vuelta. Creo que lo más importante es el prestigio, el ser valorado como artista, como compositor, autor. Eso sí me importa.

Ser reconocido por eso y no por hacer reformas de casas o éxitos de ventas...

Exactamente. Relativizar un montón de cosas y centrarse en otras que son más relevantes, que hacen a lo que uno eligió y le tocó en suerte. Soy un afortunado, de la élite del mundo que puede decir que hace lo que quiere, lo que le gusta. Me preguntás por qué lo hago: bueno, lo hago por eso. ¿Alguien se acuerda de la composición de la canción, del proceso creativo? ¿Alguien se acordó de hacer hincapié en eso, y no en pensar si el disco se va a vender? Hoy es mucho más fácil crear un envoltorio, un envase. Lo que sigue siendo difícil sigue siendo lo otro, el contenido. Todavía no hemos superado a Mateo, no ha habido otro Jaime, otro Rada.
Lo importante no es saber tocar, sino saber qué tocar, qué componer. Yo no tengo la verdad. Soy muy crítico de lo que hago, no está mi vida en una canción que hice y después no me gustó. Por eso trato de hacer las cosas como para que las mismas canciones me sigan gustando, y las pueda seguir defendiendo. El hacer una buena canción es difícil. Yo sigo pensando que las mejores canciones uruguayas ya fueron escritas, y siguen siendo los mismos los que escriben las grandes canciones. Hace años que estoy esperando que pase algo, que aparezca alguien que rompa los esquemas. Si bien hay una movida muy grande, como lo de No Te Va Gustar, por ejemplo, que es glorioso y que hay que tener en cuenta, creo que los grandes pilares de la música uruguaya siguen siendo los mismos, y todos trabajamos sobre lo que ya hicieron Jaime, Cabrera, el Darno, Ruben Lena, Dino, Galemire, Mauricio Ubal... Me parece que hoy lo que prima es ‘salir en la foto’, y todos estos nombres buscan lo contrario. Alejarse, no estar en el ruido.

Decías que no tenés derecho a quejarte... ¿De qué te quejás?

De aquellas cosas que me indignan. No reivindico ninguna cuestión personal, pero sí me quejo de cosas que asumimos como inevitables. Vivimos en un país donde a diario vemos gente buscar en la basura algo para comer. Eso es relativamente nuevo, y nos parece algo natural... ¡esta es la sociedad en la que yo vivo! Me quejo de eso. Y me quejo de los que se quejan. Lo relativo a la infancia me es particularmente cercano, y veo que esa apuesta se está perdiendo acá. Esas son las cosas que me indignan. Pero evito quejarme de las cosas personales. Si me pongo a pensar, a comparar, soy un tipo tremendamente afortunado. ¿Qué me voy a poner a explicar lo importante que es hacer un disco, cuando hay gente que tiene como preocupación abrir un contenedor para ver qué hay? También creo que la felicidad implica gran parte de sabiduría, y que hay gente que es infeliz porque es ignorante. Que no puede ser feliz porque no tiene un millón de dólares, porque no se pueden comprar tal cosa. Conozco mucha gente que vive infeliz porque no puede conseguir cosas, y me parece estúpido, poco inteligente. Poco sabio. Eso es: poco sabio.

 

*El Hombre del Paraná. Escultura vegetal del artista uruguayo Gustavo Fernández, realizada en el Encuentro de Arte y Naturaleza, organizado por el colectivo Arte in situ. Marzo de 2013. Islote Benito. Río Paraná, Entre Ríos, Argentina.

 

Alejandro Ferradás se presenta el sábado 20 de setiembre desde las 21:00 en La Trastienda Club de Montevideo (Fernández Crespo y Paysandú). Las localidades están a la venta en la Red UTS.

Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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